viernes, 2 de octubre de 2015

Bitácora de un grupo excursionista: FINAL.

Martes 25 de agosto, 2015.

Día 5: Frio frio, como el agua del rio… o  caliente, como agua de la fuente.

Luego de tres días de diversión, alegría, compartir y exploración, llego el ultimo día del viaje, y también el más esperado. Ese día, alrededor de las 6 a.m., ya todas la estudiantes nos estábamos preparando para la salida hacia el majestuoso Nevado del Ruiz.  Todas salimos del hotel con maletas listas, abrigos y accesorios para el frió en la mano,  y nos dirigimos hacia el bus, junto con el señor Jaime, un hombre con más de 20 años de experiencia en guía turística del Nevado y que, además, parecía saber de todo. Este hombre, cuya edad era el doble de lo que aparentaba, nos habló en el camino sobre la historia de Manizales, y nos explicó cada lugar por donde pasamos. Lastimosamente ese día no pudimos subir al nevado, puesto que parecía estar en actividad, y por razones de seguridad cerraron el parque, sin embargo subimos al páramo, desde el cual se podía ver el gigantesco nevado, cubierto de arena y ceniza. 

En la primera parada todas nos llevamos una gran sorpresa, ya que al bajarnos del bus, muchas sentimos el peor frío de la historia: estábamos a 3 grados centígrados, y muchas se habían bajado sin abrigo para aclimatarse, incluyendo al profesor Hart. Fue una gran experiencia llegar hasta más de 4000 metros sobre el nivel del mar y sentir ese gran frío, puesto que en Barranquilla nunca en la historia se ha sentido ese frío, ni se sentirá. Siguiendo en el relato, luego que un par de paradas más en las que desayunamos huevos revueltos, arepa simple, queso y pan, llegamos a la parada de los frailejones. Allí caminamos un rato para llegar hasta estos bellos e importantes arbolitos. Jaime nos explicó la importancia de estas plantas que solo crecen en el clima de páramo, y por qué hay que cuidarlos. También nos habló y explico sobre la demás vegetación de la montaña, que cuando se veían abrazadas por las nubes, absorbían el agua de estas, y luego la solaban, creando así las lluvias horizontales. Finalmente, antes de subirnos al bus para terminar nuestro recorrido y bajar de la montaña, el señor Jaime nos contó su experiencia propia en el desastre de Armero de 1985. Nos explicó como la explosión del volcán creo la avalancha que destruyo a este pueblo hace 30 años, y nos mostró por donde había bajado la misma. Definitivamente hay una gran diferencia entre escuchar esta historia de los profesores, a escucharla de un sobreviviente, mientras se observan las cicatrices en el paisaje, sintiéndonos aún más pequeñas de lo que ya somos, viendo lo gigante y poderosa que es la naturaleza.

Luego de salir de la montaña, nos dirigimos a las aguas termales del otoño. Allí recibimos indicaciones para bañarnos en ellas. Era necesario salirse cada 15 minutos a pegarnos un baño de agua fría, si no queríamos desmayarnos y pasar la pena de nuestra vida por los componentes del agua. Así que nos pusimos en marcha.

Al ingresar al agua, sentimos lo mismo que sentimos en el nevado, solo que esta vez no con el frío, sino con el calor. Por un momento muchas de nosotras creíamos que se nos iban a caer hasta las cejas del calor, pero poco a poco lo fuimos soportando, hasta sentirnos a gusto en las piscinitas. Cada piscina era un nuevo reto, puesto que cada una era más caliente que la anterior, y a pesar de que fueron varias las que ingresaron a la más caliente, no fue mucho lo que duraron allí. Al final, cuando salimos, nuestra piel y cabello estaban tan suaves como pompis de bebe, y nos sentíamos relajadas y exfoliadas. Era la magia de las aguas termales. Lastimosamente muchas no ingresaron, y se perdieron esta gran experiencia.


Las aguas termales eran nuestro último destino, y ahora que habíamos acabado, solo quedaba una cosa por hacer: volver a casa... así que a eso de las 2 o 3 de la tarde, salinos rumbo a Barranquilla. Luego de unas horas de viaje, paramos a almorzar y reposar, para así volver a Barranquilla con buen ánimo y bien alimentadas. El viaje que nos esperaba era largo y lleno de curvas, pero con todas íbamos tan cansadas que dormimos bastante.


CONCLUSIÓN.

Todo empezó con un sueño. El ansia de conocer y explorar nos impulsó a hacer lo que estuviera en nuestras manos para alcanzarlo. Al final, más que un viaje esto fue una experiencia que no ayudó a crecer como seres humanos y como colombianas, una experiencia que nos invita a creer, ayudar, valorar las maravillas que alguien allá arriba nos esta brindando pero más que nada agradecer todas las cosas buenas que llegan a nuestras vidas y convertirnos en un medio para llevar cosas buenas a la vida de los demás. ¿Qué es, sino eso, la felicidad? 




¡Muchas gracias a los que se calaron este montón de posts sobre mí! Espero que les haya encantado tanto como a mí y que les haya llevado a reflexionar porque todo es sobre eso. ¡Pronto más posts! 

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